Paseo nocturno
Mientras cogía tu mano,
íbamos juntos paseando;
el ocaso del verano
poco a poco iba llegando
y en nuestra piel iba dando
un cierto frescor cercano.
Y la luna sobre el río
su blancura reflejaba,
tú tenías cierto frío
y así, mientras te abrazaba,
del frío te resguardaba;
el cielo quedó vacío.
Rodeaban a nuestros pasos
el cuchicheo de los grillos,
los ruidos eran escasos,
se oía cómo tus nudillos
se torcían como ovillos;
ya tus ojos iban rasos.
La hora de la despedida
había entonces llegado,
vuelta al lugar de salida,
y, antes de irme por mi lado,
tus labios hube besado,
la noche creí detenida.
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