La fábula de
Escila
¡Oh, pobre Escila! Siendo una
doncella
atrajiste a ti los terribles
celos;
tú que habías sido una mujer bella
y que hasta tus pies tenías los
cielos.
En el divino Glauco dejaste
huella,
pero para él no tenías anzuelos
y tu holgado desprecio dejó mella,
quedando su corazón por los
suelos.
Mas ganaste de Circe la hechicera
las más crueles envidias amorosas,
a la que tu arrogancia la
ofendiera,
y con habilidades perniciosas,
te acabaría transformando en
fiera;
así quedaste en aguas peligrosas.
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