lunes, 10 de diciembre de 2012

En tus ojos vislumbré...



En tus ojos vislumbré…

En tus ojos vislumbré el ancho cielo,
pues tus pupilas tenían el brillo
de radiantes estrellas en corrillo,
irradiando la noche en paralelo.

En tus finos cabellos noté el vuelo
de la brisa que esparce tu flequillo
que, como si fuese un dorado ovillo,
sobre tu frente se queda en revuelo.

¡Ay, cómo gustaría de probar
el buen sabor de tus labios de fresa
y sentir así el más divino néctar!

¡Ay, cómo desearía, mi princesa,
de tu nítido cuerpo acariciar
y sentir entonces tu llama impresa!

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