En tus ojos
vislumbré…
En tus ojos vislumbré el ancho
cielo,
pues tus pupilas tenían el brillo
de radiantes estrellas en
corrillo,
irradiando la noche en paralelo.
En tus finos cabellos noté el
vuelo
de la brisa que esparce tu
flequillo
que, como si fuese un dorado
ovillo,
sobre tu frente se queda en
revuelo.
¡Ay, cómo gustaría de probar
el buen sabor de tus labios de
fresa
y sentir así el más divino néctar!
¡Ay, cómo desearía, mi princesa,
de tu nítido cuerpo acariciar
y sentir entonces tu llama
impresa!
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