Sombra tenebrosa cubre mi mente,
la oscuridad predomina en mi pecho
y mi corazón sucumbe deshecho,
cual atinado dardo antes candente,
ahora es frío hierro contundente;
ya las negras brumas nublan mi
vista,
mientras el oscuro ocaso conquista
a todos mis sentidos de repente.
El intenso calor pierde su llama,
el gélido abrazo todo congela,
y la cálida caricia se hiela,
la invernal mano su sitio reclama;
ahora ya no arde la incesante
flama,
anegadas las cálidas promesas,
que quedaron así en vanas
empresas,
dejando por ende cual frío drama.
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